viernes, 30 de enero de 2009

Nos vamos a Kelo

Tras los acontecimientos del incendio y de la radio, poco más ha pasado por Laï. Aunque para muchos la vida aquí se convierte en una vida monótona y aburrida porque siempre es lo mismo a nosotros nos encanta.

Despertarnos y desayunar todos juntos hace las mañanas diferentes a lo que estamos acostumbrados. Nos despertamos a eso de las 7, las alarmas de los móviles empiezan a sonar mientras que en la calle los gallos nos dan los buenos días con su típico ¡kikirikiiiiiiii! Poco a poco nos vamos encontrando en la cocina, el primero pone la mesa y calienta el agua para preparar el café y el resto espera sin apenas mediar palabra, el francés aún no es nuestro fuerte y mucho menos por las mañanas. Tostadas (bueno mejor dicho pan duro porque aquí se come así, o muy blando o muy duro) cafés, galletas, mermelada…

Después salir de casa nos volvemos a dar cuenta de la realidad en la que vivimos, ver de nuevo esas casas de barro y cada uno haciendo sus labores. Las mujeres aireando el grano de arroz para separarlo de la cáscara o barriendo cuidadosamente, con un manojo de pajas, cada centímetro de sus parcelitas. Los animales de aquí para allá, luchando por conseguir algo que comer, o los cerditos devorando a sus madres. Los niños cantando y saltando por todos lados. Algunos lloran pero, al vernos pasar, sonríen y nos saludan, ningún día hemos conseguido llegar al trabajo sin detenernos a saludar algún niño.

Trabajar “duramente” por las mañanas, regresar a casa con el abrasador sol de mediodía y devorar la comida que Clementine nos ha preparado con mucho cariño. Aquí devoramos, comemos bien pero sobretodo limpiamos los platos, no dejamos ni un grano de arroz en el. Tras la sagrada siesta, un buen paseo por el rio mientras cae el sol y después un ratito de internet para poder poner al día las crónicas y las fotos que tanto os gustan. Posiblemente también unas cervezas y después de nuevo a casa a preparar la cena.

El viaje de Jean Nicolas a la capital nos permitió aprovisionarnos de varias cosas, especialmente patatas, aceite, cebollas y huevos lo que permitió hacer nuestra esperada tortilla de patatas. Los franceses expectantes esperaban este momento tanto o más que nosotros. Tras un día agotador, compramos unas cervecitas y corrimos a casa para prepararla. Todos colaboraban en algo, Jean Nicola ponía la mesa, Alice ponía las cervezas y algo para picar mientras que nosotros nos encargamos de que los ingredientes estuvieran en su punto, patatas, cebollas y 8 huevos bien batidos. El problema es que la sartén era demasiada grande como para volcar la tortilla sin problemas, y ahí empezó el miedo a que todo se fuese al garete. Manu miraba con expectación porque sabía que era imposible darle la vuelta a esa enorme tortilla en un pequeño plato hondo que Alice me había proporcionado, pero finalmente con un poco de cariño y esperanza… ¡voilà! La tortilla nos salió como nunca (a Mariu), los franceses flipaban y nosotros aún más. Fotos, canciones españolas y muchas risas, fue una noche muy especial.

En Laï se dedican esencialmente a la fabricación de ladrillo, pequeño comercio y actividades agrícolas y ganaderas. El problema es que, al terminar la recolección, mucha gente se queda durante meses sin nada que hacer, a la espera de que llegue de nuevo la época de lluvias para volver a sembrar, especialmente arroz y otros cereales.

Como os dijimos, este fin de semana nos vamos a Kelo. Allí no tenemos conexión a internet, así que nuestros fieles seguidores tendrán que esperar pacientemente a que regresemos para poderos contar las novedades. Nos gustaría aprovechar este momento para daros las gracias a todos por vuestro seguimiento y apoyo, por vuestros mensajes, consejos y opiniones. Nos gustaría agradecéroslo personalmente a cada uno de vosotros, a los ADANEros (impulsores de esta aventura), padres y madres pantojos (no os preocupéis que estamos bien), hermanos, amigos de Manu, amigos de Mariu, amigos comunes, Jose el conserje (has dejado mucha huella), familiares de todo tipo, abuelo Guillermo, tíos, tías, amigos de las familias, amigos de amigos, amigos anónimos y ese largo etcétera, innumerable, que nos sigue desde tantos sitios distintos. Para nosotros es un gran consuelo saber que estáis ahí detrás, aunque sea virtualmente, y saber que, además del trabajo físico que realizamos aquí, podemos también difundirlo y dar a conocer la labor de tantas personas que dan su vida por otros y la situación dramática de Chad que fácilmente se puede extrapolar a tantos y tantos países de África y del Tercer Mundo, esa realidad paralela de la que tan a menudo nos olvidamos, embriagados por ese supuesto bienestar del que llamamos Mundo Desarrollado.

Nos vemos en unos días, con nuevas crónicas y fotos. Un abrazo muy fuerte.

miércoles, 28 de enero de 2009

Incendio y aniversario

Como bien decís en vuestros comentarios, uno no sabe las historias que puede encerrar cada día, menos aún aquí.

Recordareis que hace poco estrenamos despacho y también “estrenamos” ordenadores, unas fantásticas patatas con Windows 98, que habían donado por no tirarlas a la basura y, de paso, limpiar sus conciencias. Pues bien, el otro día nos pasamos por la tarde por el despacho para trabajar un rato. Entró Mariu, encendió la luz y….¡pim pam pum! Dos explosiones se sucedieron y el despacho se comenzó a llenar de humo, era el ordenador “nuevo”. Una vez más quedó demostrada la utilidad de mandar lo que nos sobra, en fin…habría sido gracioso morir en África por la explosión de un ordenador.

Pero no ha sido la única sorpresa que hemos tenido. Hoy mismo, cuando estábamos reunidos con Robert, el director de la CECI, y con Apolos, que por fin ha vuelto de vacaciones, vino un señor corriendo. Nos contó que había fuego en el prebisterio, el edificio más antiguo de la diócesis. Nos acercamos a ver qué ocurría y, efectivamente, completamente quemado y medio derruido. Se acercó mucha gente pero, más que por curiosidad, para ayudar a apagarlo. Las mujeres corrían al río en busca de agua, los hombre comenzaron a trepar por donde podían para lanzar arena que otros portaban en cubos, incluso vinieron los trabajadores del famoso puente con un camión cisterna y una manguera repleta de fugas por todos lados. Aquí los bomberos brillan por su ausencia.

Por suerte no hubo desgracias personales pero el edificio quedó completamente en ruinas, tan solo se pudieron salvar algunos muebles. La casualidad quiso que sucediera el día después de que se hablase de reformarlo. Para todo el mundo ha sido un palo, era un edificio muy querido y había alguna habitación, así que más de uno ha perdido todas sus cosas. En Laï ha sido todo un acontecimiento, ha venido mucha gente, incluidas las autoridades de todo tipo para transmitir sus condolencias al obispo, que ha tenido que dar un comunicado por la radio para agradecerlas.-


Por cierto, hoy es el aniversario de la radio, hace cuatro años que empezaron y con la ayuda de muchos voluntarios y chadianos, la cosa sale adelante con muchísimo éxito. Para celebrarlo, han emitido en las diferentes lenguas que hay aquí, atención: Kabalaye, N’Gambaye, Arabe tchadien, Nantchéré, Gabri, Lélé, Zimé, Sara y Goulaye; con los correspondientes traductores de cada una de ellas. El próximo día os contaremos la historia de Laï y sus gentes.


Jean Nicolas se había ido hace unos días a N`Djamena a comprar material de construcción. De paso le encargamos algunas compras: huevos, aceite, zanahorias, papel higiénico y unas copias de las llaves de casa, pero se equivocó y copio las de su despacho. Fue todo un acontecimiento verlo llegar.

En los últimos días se ha instalado una nube de polvo sobre toda la ciudad que impide, entre otras cosas, ver la puesta de sol. Nos acostamos con la música de los tambores y nos levantamos con las canciones de los niños que, al unísono, van repitiendo lo que el cabecilla dice mientras aporrean latas, troncos o lo que vean, con un ritmo innato que emociona.

Este fin de semana iremos a Kelo a ver a Carlos y, de paso, contaros un poco sus proyectos.

lunes, 26 de enero de 2009

Cumplimos la primera semana

Hemos cumplido nuestra primera semana por aquí, el tiempo ha volado, más aún cuando empezamos el trabajo. Entramos a trabajar a las 8 de la mañana, y salimos a eso de la 13:30, sábados inclusive. Por las tardes no trabaja nadie en la CECI, aunque nos solemos pasar un rato a hacer cualquier cosilla, además, así aprovechamos para recargar baterías de ordenador, móviles, cámaras y demás. ¡Y aprovechamos nuestro primer despacho que tanta ilusión nos hace!

Ya dijimos que el trabajo era lento y plagado de descansos, especialmente el de las 11, cuando vienen señoras de esas con platos gigantes en la cabeza y compramos el almuerzo, bolsitas de cacahuetes y empanadillas con sabor a pollo, un tanto picantes. La cajera de la CECI es una chica guapísima, se llama Rosalie, y está soltera, lo cual es extremadamente raro aquí. Sorprende ver la belleza y la elegancia de la gente, demostrando una gran dignidad y amor propio. Las mujeres solteras tienen problemas para integrarse, no está bien visto, de hecho, a nosotros nos preguntan constantemente si estamos casados y si hemos venido aquí a tener hijos. Los niños se creen que somos un cura y una monja.

El otro día Clementine nos preparó un pollo frito con patatas buenísimo, lo trajo vivo a casa, lo desplumó en su cocina y al buche, creo que nunca había comido carne tan fresca. Por aquí es habitual que la gente vaya con el pollo vivo colgando bajo el brazo, incluso que te regalen una como muestra de agradecimiento. Clementine tiene una pequeña cocina en el jardín, donde nos prepara la comida cocinada al carbón, al estilo chadiano y a diario nos pregunta preocupada si nos gustó la comida. Os la presentamos, es como una madre, todo el dia pendiente, es la de abajo a la derecha. La de la izquierda es Rosalie, trabajadora de la CECI.

Una noche Alice fue a buscar un cubo allí y salió corriendo al grito de “¡Escorpión! ¡Escorpión!”, os podeis imaginar el susto. Fuimos todos corriendo a ver que era, esperando encontrar un tremendo monstruo negro asesino, pero no, era pequeñito, una especie de alacrán, prácticamente inofensivos. Menos mal que estaba Carlos y se encargó de aniquilarlo, después nos contó aventuras de la multitud de animales que ha matado y comido en su largo periplo por África, un baúl de historias increíbles. Carlos es nuestro protector aquí y casi a diario nos llama para ver cómo vamos, recibimos un mensaje suyo: “me estoy comiendo un huevo frito con morcilla”.

El sábado por la noche, tras comernos los restos de pollo y un poco de lomo ibérico que todavía nos queda, fuimos a la discoteca. Un solar con una pista de baile y muchas mesitas, con música actual africana, que salía por unos altavoces distorsionados. La gente baila constantemente, lentamente, con ritmo pero con suavidad. Cuando les gusta la canción, lógicamente, se levantan de sus mesas y salen a la pista. Lo gracioso es que el baile suele ser en grupo, en círculo o en línea, hombro con hombro. Cuando salta la cinta, todos a su sitio de nuevo como si no se conociesen. Mariu y Alice se atrevieron a salir, fue muy divertido, imaginaos las risas de todos al ver a los nassara bailar. Por aquí aún se recuerdan los bailes de Raquel, la chica valenciana que estuvo antes que nosotros, trabajando también en la CECI. Por lo visto, bailaba a lo español, demasiado rápido y la gente le decía “no! Así no!”

El problema es que esa noche hacía frío, o al menos eso dicen, porque para nosotros los 25 grados que marcaba el termómetro nos parecían como una agradable noche de verano. Pero aquí es invierno ahora también y, si refresca, la gente sale menos como en todos lados.

El domingo lo dedicamos a trabajar un poco en la casa, que aún tiene muchos detalles por terminar. Lo primero es sacar agua del pozo para regar los limoneros que van creciendo, pintar un poco ventanas y puertas, y preparar ladrillos para construir un murito en el porche de la entrada para la época de lluvias. Las chicas se fueron al mercado, cuidando sus vestimentas ya que la mayoría de los comerciantes son musulmanes. Mientras, los chicos, se quedan en casa terminando el bricolaje.

Mariu: aventura en el mercado

La aventura de ir al mercado los domingos creo que se va a convertir en una tradición porque para mi fue alucinante. Tras haber terminado todas las labores del hogar, las chicas de la casa nos preparamos para ir a dar una vuelta y así poder
comprar algunas cosas que nos hacían falta para la casa.

Llegando al mercado me di cuenta que un simple paseo de domingo se iba a convertir en un baño de masas, como si fuésemos dos grandes celebridades. Aparcamos la moto en una de las calles principales y en menos de un minuto, sin apenas bajarnos de la moto, estábamos rodeadas de niños y de personas expectantes por lo que íbamos a comprar.

Lo que no se esperaban es que nuestra primera parada iba a ser en una pequeña ferretería repleta de miles de cosas por las estanterías, clavos, tornillos, minicadenas, bolis, cuadernos… con el fin de comprar un rastrillo para nuestro jardín.

Nos ofrecían de todo, incluso viagras y otro tipo de medicinas que venden en bolsas de plástico como si de caramelos se tratase. La gente, sobre todo los niños, nos seguían a la voz de “nassara, nassara” o “ma soeur, ma soeur” y aunque la cosa se ponía difícil… seguimos con nuestras compras.

Después de comprar algunas cosillas más en las tiendas de la calle principal, nos adentramos por un pequeño callejón al mercado de textiles. Allí nos esperaba otro mundo lleno de callejones tapados con un fino techo de paja que apenas dejaban entrar los rayos de sol. Cuando por fin consigo habituar mi vista por el contraste de luz que había de una calle a otra, empecé a asimilar todo lo que me rodeaba.

Quería comprarme alguna tela para hacerme un vestido o una camisa pero la cosa no fue fácil, había miles de colores, formas, texturas…y no me terminaba de decidir, mientras comerciantes y clientes esperaban impacientes que terminase. Finalmente me decidí por una preciosa con la que un día de estos encargaré un vestido.

Volvimos a salir a la calle principal para ir al mercado de alimentos, otro callejón escondía otro nuevo mundo lleno de tenderetes con todo tipo de alimentos que desprendían un olor muy fuerte, la mezcla de pescado frito con el de las especias daba un toque peculiar a la situación. Compramos algunas verduras, que luego desinfectamos cuidadosamente, y una especie de empanadillas fritas de las que lleva la vendedora de los descansos al trabajo, que aquí se llaman “beignets de haricot”.

La idea de la tortilla de patatas fracasó por la falta de huevos aunque, como siempre, comimos de maravilla.

sábado, 24 de enero de 2009

Hemos empezado a trabajar, a lo chadiano

Ya nos hemos mudado a nuestra nueva casa. Cómo os dijimos, tiene la ventaja de estar situada en el centro de la ciudad, en contacto completo con la gente y sus costumbres. Somos muy bien aceptados en el barrio y cada vez que vamos de un lado a otro tenemos que saludar constantemente a quienes se nos cruzan por el camino. Empezamos a tener agujetas en los mofletes de tanto sonreír, con un complejo de popularidad a veces excesivo.

Nuestra casa es muy confortable. Pasamos buenos ratos en el porche de la entrada compartiendo historietas, música, fotos y anécdotas con nuestros compañeros y vecinos. La primera noche vino Carlos a cenar con nosotros. Alice preparó palomitas de maíz, no veas que ilusión nos hizo, como niños. Aquí cuando aparece algo de “tu mundo” que nos esperas te da un subidón… Tenemos una cocinera que viene todas las mañanas, incluido el sábado y la verdad es que nos encanta su comida.



También tuvimos la primera reunión de trabajo con Robert, director de la CECI de Laï, Miguel Ángel, Carlos y el director de la BELACD, la ONG local. Nos muestran nuestro despacho, nuestro primer despacho y lo adaptamos con mucha ilusión. Dos mesas, dos sillas, una estantería por ahora un tanto vacía y dos ordenadores algo desfasados, con el mítico Windows 98. Son donación de la CAI, en parte se agradece, pero a la vez tenemos un poco la sensación de que África es, más que nunca, el vertedero del mundo supuestamente desarrollado.

Empezamos a definir nuestras labores. La primera de ellas, hacer una auditoría y supervisión de cómo han funcionado desde la apertura hace un año, ver la situación de la Caja, comprobar balances, hacer números. Después tendremos que meditar, analizar y opinar sobre la viabilidad de comenzar con los microcréditos. Habrá que definir clientes, prioridades, mecanismos, productos y, sobre todo, seleccionar y formar al personal para que sean ellos mismos quienes gestionen sus recursos, sin crear dependencia de los nassara.

La primera impresión es sorprendente. La respuesta de la gente ha sido más que positiva y han demostrado una capacidad de ahorro que seguro que pocos podían imaginar. Las Cajas son muy bien acogidas por la población. Cuando nos presentan a alguien, por ejemplo, el otro día en el mercado con el vendedor de móviles, y les dicen que somos los nuevos voluntarios de la CECI, enseguida nos muestran con orgullo su libreta. También pusieron en marcha hace unos meses un sistema de transferencias para poder mandar de un lugar a otro sin tener que desplazarse físicamente, una auténtica revolución que, por ejemplo, permitió a una señora mandar dinero a su familia, desde la capital a Laï, para pagar una operación urgente.

El problema es la escasa financiación. La obtenida hasta ahora ha servido para abrir tres cajas pero que no permiten continuar, cada apertura multiplica obviamente los gastos, pero la financiación no aumenta. Para comenzar a conceder microcréditos es necesario un determinado volumen inicial de fondos que, sin duda, se puede recuperar a buen ritmo dada la capacidad de ahorro demostrada.

El mítico proverbio chino de “enséñales a pescar” se convierte cada vez con más sorpresa en “dales una caña que ya verás cómo saben pescar”. A menudo hablamos, tanto con Carlos como con Miguel Ángel, de todo un poco. Les preguntamos cómo ven la situación africana, si se mejora, si las cosas cambian. Nos dicen que sí, que en los muchos años que llevan recorriendo el continente se aprecian cambios que, a un ritmo extremadamente lento, van cambiando la realidad. Y esos cambios no son fáciles de apreciar porque son cosas que en ojos de un extranjero parecen demasiado evidentes.

La gente usa móvil, les gusta el móvil, usan linternas, van en motos potentes, mejoran sus condiciones higiénicas y sanitarias en la medida en la que pueden. Y cómo, internet, que aunque sea por ahora algo para los muy privilegiados, permite al menos poder mantener el contacto.

Conocimos a las monjas que llevan el colegio que se encuentra dentro de las instalaciones de la diócesis. Son japonesas y canadienses, muy divertidas, nos invitan a un refrescante zumo de papaya y galletas de cacahuete, al día siguiente patatas fritas y tarta de azúcar. En la entrada, el cocinero prepara unos panes que luego cocería en el horno de barro y leña, uno de ellos nos lo llevamos a casa para desayunar. Su labor aquí es de una importancia increíble, dan de comer a muchos niños, incluso tienen habitaciones para que puedan dormir los que vienen de otros lugares o aquellos que no tienen condiciones suficientes en sus casas. De camino del nuestro despacho al de Alice, al lado de la radio, solemos pasar por la puerta del colegio. Los niños se abalanzan sobre la puerta al vernos pasar, nos saludan incesantemente, todos nos quieren tocar. También son las encargadas de llevar el pabellón del sida, al igual que lo hacían Mª Ángeles y Sussane en Kelo, dónde asesoran, cuidan y distribuyen la medicación a los enfermos. El sida aquí está muy extendido y es, tras la malaria, la segunda causa de mortalidad.



Son las 16:30 y seguimos de descanso, nuestro horario se ajusta a las horas de luz que hay en la diócesis y por eso la hora de la comida se convierte en cuatro horas de comida, café, juegos de mesa e incluso una buena siesta. Hoy es el primer día en nuestra nueva casa, Clementine, nuestra cocinera, nos ha preparado un estupendo cuscús con verduras que lo hemos acompañado con una buena cervecita bien fría y… unas lonchas de jamón serrano que aún tenemos de todo lo que nos hemos traído de España.

La comida se alarga, risas, juegos de magia, algo de música francesa… y cuando nos disponíamos a ir a dormir la siesta, muy típica aquí también, la puerta suena, ¡pum pum pum!, decidimos abrir la puerta a pesar de que no esperábamos ninguna visita. Es Juliene, la antigua cocinera de la casa, y pregunta por Alice.

Se sienta con nosotros mientras Alice le enseña algunas fotos de sus hijos que tiene en su ordenador. Ella se emociona, y con una fuerza increíble, comienza a contarnos que su marido está muy mal y que va a morir como siga así. Tiene una grave enfermedad en el estómago, hace dos semanas tuvieron que ir al hospital de Bere para que le hicieran una intervención quirúrgica y gastarse mucho dinero en ella. Pero parece ser que la cosa no va a mejor, además, mientras esté mal, él no podrá ir a trabajar lo que agrava la situación.



La conversación comienza a intercalar silencios eternos y suaves sonrisas, mientras que nosotros, sin saber muy bien que decir, la miramos y la sonreímos cuando ella se sonríe. Con el fin de calmar la situación, y hacerla más amena, decidimos aprender un poco de kabalaye, la lengua local de aquí, y la verdad, es muy divertido. Juliene no para de reír, parece que por un rato ha olvidado sus problemas.

Día a día nos encontramos con nuevas historias, que poco a poco van dando otro sentido a nuestras vidas.

viernes, 23 de enero de 2009

Primeros días en Laï

Los tres días que pasamos en el centro de acogida de Laï han sido de conocimiento del medio que nos rodea, la primera reunión de trabajo no estaba programada hasta el jueves, estuvimos de maravilla. La gente se ha volcado completamente con nosotros, no sólo los cooperantes, también los trabajadores chadianos y el pueblo en general. Cada hora que pasaba encerraba multitud de nuevas historias y sensaciones. La llegada fue de por sí impactante, nos mostraron nuestra habitación y, sorpresa, nuestra vecina era una flamante avestruz llamada Pepita. Llevan tiempo alimentándola para poder celebrar en unos meses la construcción del puente con el que se podrá pasar el Logone sin esperar al famoso bac. En estos tres días la hemos cogido bastante cariño, se asomaba cada mañana por la ventana de nuestra habitación para darnos los buenos días, pero seguro que dará de comer a muchas bocas.

Jacqueline, regenta el centro con una increíble dedicación, ha sido como una madre para nosotros, atendiéndonos constantemente. En este recinto protegido encierra multitud de actividades que dan vida a Laï, principalmente la radio Effata. Es la única radio que se escucha en la zona y, junto a los bares, es una de las pocas fuentes de ocio. La gente va con la radio colgando de aquí para allá, esperando que comience la programación. La radio es coordinada por Alice y Jean, el técnico de sonido, chadiano pseudo aragonés. Ha tenido la oportunidad de ir en un par de ocasiones a Zaragoza para completar su formación, incluso habla español. Se ha convertido en otro de nuestros nuevos amigos y siempre que podemos nos pasamos por la radio a saludarle, hablamos de cómo va el Real Zaragoza, nos enseña fotos, nos pone música chadiana o simplemente hablamos de Francesc y Mireia, sus grandes amigos. Nos cuenta como vivió su visita a Barcelona, la playa, el barsa…

No os comentamos una de las cosas que más nos sorprendieron en kelo. Bueno, por supuesto que por aquí abundan las camisetas del barsa, juventus, Milán, incluso de shakira! Pero sin duda lo más fuerte fue ver como había muchos bares donde poder ver la Liga Española en directo, Mallorca, Villarreal, Bilbao, Madrid, Barça....todos los partidos!

La programación de radio Effata es mucho mejor de lo que nos podíamos imaginar: noticias locales, internacionales, deportes, historia, música, programas infantiles, incluso la gente puede llamar. La radio da vida a la zona. Todo bajo la supervisión de Alice, que también dirige la imprenta de la diócesis, una máquina de fotocopias, una guillotina y una encuadernadora.

En el recinto también se encuentra el departamento de construcción, dónde trabaja Jean Nicola, el otro cooperante francés, un joven ingeniero de Lyon. Al lado se encuentra el departamento de Justicia y Paz y la sede de la BELACD, la ONG local, que coordina las CECI, las cajas de ahorro en las trabajamos.

Tuvimos la oportunidad de visitar a pie Laï, con la compañía de Alice, más que domada en estas situaciones. El nudo en el estomago era necesario para poder andar por la calle principal. Laï es mucho más rural que Kelo, no tiene carreteras asfaltadas y hay muchos animales por las calles. Es habitual ver cruzar a la familia de pollitos o la piara de cerdos, famélicas vacas o sedientas ovejas. El olor es a veces un tanto similar a la granja escuela de nuestra infancia, mezclado con el de las hogueras, donde se queman a diario los pocos desperdicios que se generan.

Sorprende la felicidad de la gente, especialmente la de los niños. La música es constante, cánticos y tambores. Los funerales se celebran con largas fiestas y las muertes son más que habituales, así que funerales diarios. También los niños hacen cánticos a la luna, las estrellas, o simplemente porque están contentos, sí, se les ve contentos. Máxima pobreza y máxima alegría. Alegría por una pelota hecha de plásticos atados, por una lata chafada o simplemente porque pase un nassara. Creemos que tenemos cosas que enseñarles, tal vez algo, pero no somos conscientes de los que tenemos que aprender de ellos. Valores más que perdidos en nuestro mundo.

Todavía estábamos adaptándonos a nuestro nuevo medio y todo impresionaba. Recuerdo especialmente cuando fuimos por primera vez al mercado a buscar unas tarjetas para el móvil (por cierto nuestros números chadianos son 002343526696 y 002343526697). La calle comercial de Laï es un cúmulo de pequeños locales donde venden bastantes cosas. Las miradas son incesantes, los niños nos saludan constantemente regalándonos sonrisas de oreja a oreja. Nos metimos por callejón de poco más de medio metro de anchura y aparecimos en el mercado de productos agrícolas, una maraña de esterillas bajo techos de paja, donde las mujeres vendían. Había bastantes productos de huerta, tomates, cebollas, ajo, patata, también alguna legumbre, arroz, y bolsitas pequeñas de azúcar, harina y aceite de cacahuete. Era difícil andar sin cerrar la boca, sin pisar a alguien o algo, ni dejar de golpearte constantemente la cabeza con las techumbres de paja.

Al rato giramos de nuevo por otro callejón estrecho y de nuevo la misma escena, pero esta vez dedicado al textil y calzado. Las telas aquí son muy bonitas, abundan los colores y los diseños espectaculares. Nos queda muy poco para encargar un traje typical chadian y ponernos un poquito a la moda.

Juan, el técnico mañico, nos hizo también una visita a la zona. Quedamos con él a las 13.30, justo después de comer, para dar un sofocante paseo por el Longone. Aquí las temperaturas no son muy elevadas durante la noche, no más de 20 grados, pero os aseguro que durante el día suben mucho mucho, y a la 13.30 es un momento álgido, pero ya sabéis, no se puede decir que no a nada. Estuvimos un buen rato andando sobre el margen seco del río, que en la estación de lluvias se inunda salvajemente. Nos presentó a sus amigos, nos enseño la forma de pescar tradicional, con red y canoa inestable, además del proceso de fabricación de ladrillos de barro, aprovechando cualquier pequeño charco. Nos encontramos un cráneo de elefante, con toda seguridad traído por alguien ya que por aquí no hay animales tan grandes. Después, como no, una buena cerveza en un bar local. El problema de las cervezas es encontrarlas frías, los más afortunados tienen frigos de gasolina, la mayoría las enfrían con sacos de hielo.

Conocimos nuestra nueva casa, una monada, situada en el centro de la ciudad, a la que nos mudaríamos días después cuando estuviese bien adaptada. La compraron hace unos 10 días, y está todavía en proceso de construcción. Las habitaciones son grandes, especialmente la nuestra, baño completo con agua corriente aunque no potable, cocina a gas con frigo de gasolina, comedor y, en la entrada, han hecho una especie de porche, forrado de mosquiteras, un verdadero placer pasar ahí las noches a la luz del farol. El jardín está seco como la mojama, bastante normal, aunque sí que hay un pozo, de dónde sacamos el agua para regar los limoneros que, en la estación de lluvias se plantaran con la esperanza de que agarren. El pozo además sirve para que nuestros vecinos puedan coger agua o darse una duchita en nuestro jardín. Cada vez que salimos por la puerta, vienen los niños a saludarnos, que bueno comenzar el día con una sonrisa suya y un apretón de manos.

Estamos felices y contentos, sanos por ahora, aprendiendo mucho de muchas cosas, y echando un poquitín de menos a la gente que queremos. Pero nada de tristezas! Nos hemos adaptado mucho más rápido de lo que habíamos pensado. Los 6 meses se nos van a hacer mucho más cortos de lo que creíamos………….

miércoles, 21 de enero de 2009

Empapándonos de realidad

La noche estuvo acompañada de nuevo por el grito de los minaretes, la música de los tambores y las canciones populares, unos días después comprenderíamos por qué. Kelo es una ciudad con bastante movimiento, menos que la capital pero mucho más que Laï. Nos despertamos a eso de las 7.30 de la mañana, con el trasiego de personas que comenzaban a entrar en la parroquia para la misa de los domingos. Entre que nos duchamos, desayunamos y nos vestimos, la misa ya había comenzado, y nuestra salida del apartamento de Carlos fue todo un acontecimiento, cientos de personas nos miraban asombrados. Nos sentamos discretamente en un banco de los del final de esa especie de teatro al aire libre, que inaguraron hace poco nuestros amigos de ADANE, creo que lo podéis ver en las fotos de Francesc. Aquí la religión es algo muy importante, para todos nosotros somos de la misión católica, un cura y una monja. No puedes decir que no crees en nada, para ellos es un síntoma de rareza, ¿Cómo no vas a creer en algo? Y en parte se entiende, sería toda una frustración que todo lo que les espera en la vida es lo que ahora tienen, es decir, nada.

La verdad es que había mucha gente. Nuestro banco permaneció vacío durante un buen rato, nadie confiaba en nosotros al no haber sido presentados a la comunidad, de hecho Carlos se olvidó de hacerlo y nos pidió disculpas por ello. En la paz, un cúmulo de personas se amontonó a nuestro alrededor, especialmente niños. Fue gratificante sentir la aceptación y el respeto de los demás. No entendimos prácticamente nada, todo era en francés, aunque también traducían a lenguas locales, ese día no recuerdo bien cuál tocaba.

Son muchos los nombres de lenguas, etnias y pueblos que nos van diciendo, pero asimilamos pocos. Nos gustaría hablar seriamente de esos asuntos, identificar a que tribu pertenece cada uno, fácilmente distinguible por los diferentes rasgos, tonalidades de piel, vestimentas y decoraciones, pero todo a su tiempo.

También tuvimos la primera oportunidad de escuchar los ritmos africanos en directo, tambores, palmas, chillidos de toda clase, especialmente de mujeres, y como no, esa fantástica batería de latas, tocada con unas finas ramas, de la cuál también habíamos oído hablar antes de venir.

Las instalaciones que tiene allí son increíbles para la zona: salón de actos, con proyector y altavoces; sala de juegos, con algún monopoly y scrabble; sala de ordenadores, cuatro; biblioteca, bastante vacía (por cierto, aprovechando que nos siguen gente especializada en el tema, creo que podríais hacer una buena labor en este asunto, en francés)

Al acabar la misa se nos acercó mucha más gente a saludarnos, todo el mundo muy amable. Especialmente (Victorin),cocinero en el centro de acogida de Notre Dame, cómo veis abundan estos hostalillos, y humbert) uno de los animadores de la CECI de Kelo, recién contratado. Las CECI, son las Cajas de Ahorro y Crédito de la Inmaculada,proyecto al que nosotros pertenecemos, y el trabajo de los animadores es fundamentalmente para dar a conocer a las comunidades todos los detalles y fomentar el ahorro. Bueno ya habrá tiempo de comentar este punto, por ahora solo somos turistas.

Carlos se fue a recorrer otros pueblos de la zona a lomos de su burra, una Honda con bastante buena pinta, así que nuestros nuevos amigos se ofrecieron para mostranos la ciudad. Salimos a pie por la carretera asfaltada que recorre Kelo. A un lado y a otro se amontonoban los comerciantes que vendían un poco de esto y poco de aquello, principalmente comestibles como caña de azúcar, algo de textil y gasolina en botellas. Las gasolineras por aquí son así, pequeñas mesas de madera con botellas de litro y garrafones.

Las sensaciones que pudimos vivir en este rato son indescrptibles. Era nuestro primer contacto verdadero con la gente, y empezábamos a sentir la extrañeza habitual de los recién llegados, continuamente observados. También vivimos los primeros momentos de lo creíamos que era tensión, que luego se convertiría en una inofensiva anécdota más, especialmente cuando un grupo de hombres recriminaba a nuestros guias amigos el estar siempre con blancos, diciéndoles cosas del tipo “os estais poniendo palidos con tanto nassara cerca!!”, pero sin mayor problema, unas sonrisa, un saludo respetuoso y a seguir el camino. Callejeamos por toda la ciudad de barro, llena de animales por cada rincón, hasta llegar a la casa de Victorin. Nos presentó a su familia, nos enseño su hogar,y pudimos apreciar de primera mano las forma de vida.

Al entrar por la puerta exterior, aparecías en un patio donde la mujer estaba preparando la famosa bola de mijo que, con una salsa poco apetecible, es la única comida diaria de la mayoría de la gente.

La casa era lo más humilde que os podeis imaginar, un cuarto en el que dormía el con su mujer y a los pies de la cama, un pequeño colchon donde duermen los niños más pequeños. Al lado otro cuarto para el resto de hijos, y eso es todo.

Victorin, tiene la suerte de regentar además un bar, unos troncos en el suelo y un pequeño solar amurallado y fabricabar allí su propia cerveza, de varios tipos: roja, negra y blanca. Nos invitaron a probar y probamos, tampoco sabía mal del todo. Cuando veo las fotos que hicimos de los bidones, que intentaremos colgar en cuanto tecnicamente podamos, nos preguntamos como tuvimos el valor de hacerlo. Nos explicaron todo el proceso de elaboración con todo detalle, enseñándonos cada uno de los pasos.

Después otro impactante paseo y de nuevo otra cerveza, esta vez una Castel, de las embotelladas. Nos lo pasamos realmente bien, hablando de todo un poco y nos entedían en francés!!!

Nos invitararon a comer con las monjas de Kelo, Maria Angeles una andaluza fotcopia fiel de Concha, la madre de Gabi, que llevaba decenas de años por medio mundo, especialmente en el Congo, y Sussane, una conloñea que hablaba perfectamente español. Hicieron una tortilla de patatas en nuestro honor, pasta, carne guisada y papaya, como siempre. Por cierto, ahora que sale el Congo por primera vez, nos gustaría agradecer a nuestro profesor de francés y amigo Ileka Gene todo lo que hizo por nosotros durante los meses previos a venir aquí.

Al rato vino a buscarnos Miguel Angel para regresar a Laï, tenáimso que darnos prisa porque a las 5 era el últimos Bac para atravesar el río y si no llegábamos a tiempo, la única alternativa son unas inestables canoas de madera.

A pesar de las prisas llegamos puntuales para coger el último. Fuimos todo el camino escuchando Mocedades y Ana belén, cuando de repente Mariu divisó, en sus ansias de ver algo más que las inmensas explanadas, la sombra de una bestia que surcaba lentamente las aguas del Longone…un hipopótamo!!

Llegamos al centro de acogida de Lai y conocimos a todos los personajes que se convertirían, con el paso de los días en nuestra familia adoptiva, especialmente Jean Nicolas y Alice, los cooperantes franceses. Aquí nos quedaríamos durante unos días, hasta adaptar nuestra nueva casa, comprada hace unos días, en el corazón de Laï.

P.d: Las crónicas están redactadas por los dos, a luz de nuestro farolillo de dinamo, debajo de nuestra amiga la mosquitera, sudando la gota gorda.

lunes, 19 de enero de 2009

Aquí va un poco más

(Dada la buena acogida que ha tenido nuestra primera crónica, hemos buscado un hueco para volveros a escribir, no os acostumbréis!!)

Como decíamos ayer, nuestra primera noche en Chad dormimos de maravilla, y cuando nos despertamos no sabíamos muy bien dónde estábamos, esa típica sensación de dormir en un sitio nuevo. Habíamos quedado en despertarnos a las 7, ya que el desayuno era hasta las 7.30, y vino a buscarnos Alice. Después de saborear un exquisito buffet de tostadas con nocilla, mermelada de mango y crema de cacahuete, acompañado con un buen café con leche (de polvo), apareció Carlos con Cristian y dos enormes frigoríficos subidos en la parte trasera del pick-up. Lo gracioso era que teníamos que viajar unos 400 kilómetros, de los cuáles más de cien son por un camino repleto de baches, agüjeros, piedras... Además hay que añadir, tanto en el camino como en la carretera, los cientos de personas que van y vienen de un lado a otro, animales que se paran en medio como si tal cosa (burros, bueyes, camellos, cabras, cerdos, gallinas, pollos, patos, vacas….), las caravanas incesantes de comerciantes y los camiones, que hacen la función tanto de transporte de mercancías como de personas, inimaginable verlos cargados de sacos y encima decenas de personas con los pies colgando. El viaje no se nos hizo pesado, estábamos totalmente asombrados con todo, era nuestro primer contacto con la luz del día en el corazón de África.

Tras un rato de viaje, tuvimos que parar en un pueblo de los muchos que atravesábamos para comprar unas cuerdas con las que poder atar mejor los frigos porque el camino empezaba a complicarse. Allí nos bajamos por primera vez del coche, Carlos nos dijo que era un sitio peligroso por los numerosos ladronzuelos que cogían lo que podían, así que decimos bajarnos para vigilar nuestro equipaje, sentados en la parte trasera de la camioneta. Pudimos sentir las primeras miradas, unas de curiosidad, algunas de desconfianza, éramos de los pocos Nassara (término que usan aquí para denominar a una persona blanca).

Después paramos a comer en Bongor, una ciudad bastante habitada, dónde hay otro centro de acogida. Allí tuvimos la oportunidad de conocer a los oftalmólogos de Zaragoza, dos señores y una chica joven, que ya habían terminado su labor en Dono Manga, y volvían a Djamena tras dos semanas por aquí. Por primera vez comimos lo que sería nuestro principal menú el resto de los días: arroz, carne guisada y papaya con limón. Sin más, emprendimos de nuevo nuestro viaje, pero el asfalto se terminaba.

Con la comida recién depositada en nuestras tripas, nos metimos en un incesante sube y baja, unos 80 kilómetros que se convirtieron en más de dos horas de viaje, dónde tampoco faltaba el tránsito de personas, animales y mercancías. El claxon se convierte en algo indispensable para circular sin atropellar a nadie, y los frenazos son habituales en el viaje, esperar a que pase el camello, se quite la bici o que se mueva el burro que se ha quedado petrificado en el medio.

El paisaje que acompañaba el camino era único, por un lado el río Longone, que pasa por Laï también, por otro las cientos de agrupaciones de pequeñas casas de barro.

Finalmente llegamos a Laï, descargamos los frigos y cómo no había mucho que hacer todavía por aquí, nos fuimos con Carlos a Kelo, donde el reside, treinta kilómetros por un camino todavía peor, atravesando el río Longone en una especie de barcaza, mitad de hierro, mitad de madera, donde subes con el coche para poder cruzar. El sube y baja no paró hasta llegar a Kelo.

Tras llegar no tuvimos más remedio que buscar un bar donde poder saciar nuestra sed con una buenas birras, cuando decimos buenas es porque además son de 0,65 cl, buen mareo después. Y allí estábamos sentados con Carlos y Cristian, como si tal cosa, en un humilde bar con techo de paja, con todo el mundo preguntando a Carlos quienes eran esos nuevos nassara. Porahí se acercaban los vendedores ambulantes, con las bicis cargadas hasta arriba, para vender de todo.

Carlos nos acogió en su pequeño apartamento, situado dentro de la parroquia que saca adelante con mucho esfuerzo y lucha diaria. Tras la sacristía, un cuarto con baño, un saloncito con una mesa y estanterías, y una cocina. Allí nos preparó unos huevos fritos con morcilla, que le habíamos traído de parte de su familia, con unos whiskys a palo seco, sin hielo y con un buen puro, como Dios manda. Tuvimos la oportunidad de estar un buen rato charlando de muchas cosas, y descubrir la gran persona que se esconde detrás de ese carácter del Norte.

Nos cedió su cuarto, con una buena cama, y él se preparó su mosquitera y su cama en el salón, se despertaba pronto como cada día (5:30 a.m), además al día siguiente era domingo y celebraba misa tras el muro de nuestra habitación a las 8 de la mañana.

De nuevo dormimos como niños…….

domingo, 18 de enero de 2009

Primera crónica!!

Por fin tenemos un rato para poder escribir algo después de unos primeros días de bastante movimiento. Ahora mismo nos encontramos en el centro de acogida de Laï, ciudad que será nuestro refugio durante este tiempo.

La aventura comenzó hace un par de días. Fue en la despedida en Barajas, cuando fuimos realmente conscientes de en dónde nos embarcábamos, o al menos eso creíamos. El viaje a París normal, la espera allí interminable. Cuando encontramos nuestra puerta de embarque empezamos a observar a quienes serían nuestros compañeros de viaje, un puñao de negros y muchos, casi todos, blancos, sobre todo militares alemanes. Tuvimos la desgracia de tener plazas separadas, aunque cercanas, uno detrás del otro. A mi izquierda un chadiano, café con leche, bastante joven, que se atrevió a romper el hielo cuando sirvieron la comida. Me contó que volvía a visitar a la familia tras 10 años en Canada. Se le veía muy nervioso, inquieto y pensativo. Puedo imaginar, o no, las sensaciones que le recorrían el cuerpo, las ganas de volver a ver a su familia, de recordar su ciudad, su casa, su infancia, su sitio. A mi derecha uno de esos bigardos alemanes con cara de asesinos, con el que también pude hablar un rato. Me contó que volvía por segunda vez a trabajar en la construcción de campos de refugiados en Darfur, le pregunté sobre sus sentimientos, cómo se sentía al trabajar en una zona tan dura, él nada, que muy bien, mucho polvo y calor, pero como si fuese una roca que ni sentía ni padecía por nadie, ni siquiera era capaz de dar una mínima opinión personal. Y ahí tenía, a cada lado, dos mundos completamente distintos. Ah se me olvidaba, en ingles con los dos.

La llegada a Djamena fue interminable, intentaba dormir las últimas horas pero era difícil, más aún entre esos dos armarios, pero sobre todo la incertidumbre ante lo que nos aguardaba. No podía parar de pensar que estaba volando sobre Africa.
Y por fin aterrizó el avión. Raquel nos había recomendado salir cuanto antes, los controles de aduana siempre son difíciles, más aún si estas en Africa y sobre todo si eres blanco, así que era mejor pronto, que los militares aún estaban tranquilos. Fuimos de los primeros blancos en presentar la documentación, en una humilde terminal, tras un pequeño cristal, un militar te hacía las típicas preguntas, pedía visados, etc. Después nada de los miedos que teníamos, ni registros, ni sobornos, ni maletas perdidas. Lo que sí veíamos era un movimiento incesante de personas de blanco, las que se suponía que tenían que revisar nuestra cartilla de vacunación, que por supuesto no nos revisaron, que saludaban a “amigos” que venían en nuestro vuelo, unos abrazos, y la cola de pasajeros que aguardábamos a pasar la aduana se convirtió en una fila de blancos, mientras los nativos pasaban sin control de la mano de los hombres de bata blanca. Entre ellos nuestro compañero chadiano canadiense.

Tras pasar los controles, tras unas rejas tétricas, estaban Carlos, nuestro amigo que nació en Reinosa pero ahora es chadiano; Cristian, otro cura de aquí; Alice, nuestra compañera de piso, y sus padres, que habían pasado unos días de visita.
Nos subimos al coche, un Toyota pick-up, y fuimos al centro de acogida de kabalaye, donde pasaríamos nuestra primera noche. Los centros de acogida son como hostales baratos que llevan monjas, que por supuesto, como los curas, no lo parecen.

El primer trayecto fue impactante, todo muy oscuro, pero se adivinaban las siluetas de muchas personas sentadas a un lado y a otro de la acera, a veces en torno a un buen fuego. Pasamos por delante del palacio presidencial, una calle vacía de personas pero llena de militares armados hasta los dientes. Era extraña la sensación de pasar encañonado por la calle más peligrosa de la capital. Peligrosa por los militares, que no te dejan parar allí, ni hacer fotos, ni casi mirar. De hecho cuando los rebeldes llegaron el pasado febrero, el palacio fue su principal objetivo, entorno a él se desarrollaban los principales combates. El centro de acogida estaba muy cerca. Tras mostrarnos nuestra habitación, nos sentamos un rato con Carlos y Alice, a la luz de miles de estrellas y el bombardeo de millones de mosquitos que empezaban a probar la sangre fresca española, especialmente la Mariu, que tenía el culo hinchado como si le hubiese mordido una gran bestia. Fue el momento de conocernos un poco más. Alice entiende bastante español, y con un poco de esto y un poco de aquello fue suficiente.

El centro estaba muy bien, sencillo pero limpio, eso sí sin luz y con bastantes amiguitos como hormigas locas, cucarachas de palmo y medio, algún lagarto y mucho mosquito. La primera noche dormimos de maravilla, los colchones son de esos antiguos que aún se conservan por algún pueblo español, con la diferencia que aquí son de algodón el lugar de lana. Hacía calor, pero podía más el cansancio de pasar un día de viaje por medio mundo. Se oían ruidos durante la noche, aquí supuestamente la gente se acuesta pronto, al menos los blancos, porque la vida comienza muy muy temprano. Alrededor de las 4 de la mañana el minarete de la mezquita de djamena comenzó a vociferar para llamar al rezo. A las 6 los cristianos van a misa y las campanadas son incesantes, mucho tiempo sin parar de sonar. Además era incesante el paso de cohces, camiones, gente…..Y aún así pudimos descansar, impactados por nuestros primeros minutos, sin ser todavía conscientes de donde nos encontrábamos.


Continuará……………………..

P.D: En cuanto podamos pondremos las primeras fotos, ya tenemos el ritmo africano en el cuerpo.

domingo, 4 de enero de 2009

¿Por qué nos vamos?

Exiten varias razones por las que hemos decidido irnos a un sitio como Laï, algunos las entenderán y otros no, sabemos que no tiene mucho sentido que unos chicos que han terminado la carrera de económicas, con tantas "salidas profesionales", hayan decidido emprender esta aventura.

Nuestro último año de carrera nos ha enseñado muchísimas cosas, gracias a la especialidad que elegimos hemos podido ver nuevas visiones de la economía que nadie nos había mostrado en 5 años de carrera. Parecía mentira, pero había otro mundo, mucho más interesante, más allá del máximo beneficio y de la economía neoclásica. Un montón de teorías y conceptos que podían ayudarnos a comprender el funcionamiento real de la economía mundial.

A pesar de todo lo que aprendimos, aún no comprendíamos la situación en la que se encuentran muchísimos países del mundo, los cuales no tienen ni para dar de comer a su población, donde la principal causa de mortalidad infantil es por falta de alimentos, medicamentos, agua... Y para ver lo que realmente pasa en estos países la única forma de conocerlo es vivirlo en primera persona.

Para poder hablar de teorías de desarrollo, de países desarrollados y subdesarrollados, de comercio justo, de los efetos arrasadores de la globalización con el mayor conocimiento posible hemos querido empaparnos de todo lo que un país como el Chad nos puede aportar y enseñar.

Gracias a nuestr@s amigos de ADANE, concretamente a Nuria y a su familia, Francesc y Mireia, hemos podido realizar nuestro sueño y poner en marcha un proyecto muy interesnte junto los Combonianos en Laï. Les agradecemos a todos ellos que todo esto salga adelante, agradecer a nuetros familiales por ayudarnos en TODO lo que hemos necesitado, a nuestros amigos por apoyarnos y a todos y todas que han creído siempre en nosotros. Gracias al apoyo que estamos teniendo paso a paso vamos consiguiendo nuevas metas, y cada meta se corvierte en un nuevo paso para seguir adelante.

GRACIAS