viernes, 16 de octubre de 2009

La historia continua

Nuestros amigos Javi y Sara han creado un nuevo blog en el que cuentan sus experiencias en Chad. Hace dos semanas que han llegado a Laï, la ciudad en la que residíamos nosotros, y van a estar trabajando durante todo este curso.

Su blog es http://chadane.blogspot.com/

Saludos a todos y hasta la próxima

jueves, 23 de julio de 2009

Hasta siempre

Después de seis meses de vivencias, aventuras, amistades, viajes… llegó el final. No nos podíamos creer que nuestra vida allí había acabado. Varias semanas antes comenzaron las despedidas, pero las de los últimos días fueron las más duras, Bety, Juanita, las hermanas de Laï, que se pusieron al final del puente para parar el coche en el que íbamos a N´Djamena entre gritos y aplausos para despedirnos, y sobretodo la despedida de Alice, que vino a la capital con nosotros para acompañarnos en los momentos más difíciles de toda esta experiencia.

Ahí quedan un montón de anécdotas y de historias, que nunca podremos olvidar. Ahora nuestras vidas están en Madrid, con nuevos proyectos que seguro que nos van a aportar muchas cosas, pero un cachito de nuestro corazón se quedará en África para siempre.

Ha habido momentos buenos y malos, unos más difíciles que otros, pero nunca nos hemos planteado irnos, ni el porqué de estar allí. Hemos aprendido día a día, minuto a minuto, y nos hemos sentido apoyados continuamente, tanto por la gente de allí que nos han arropado y cuidado en todo momento, como por nuestros familiares, amigos, conocidos y desconocidos que habéis estado al otro lado del blog. Sólo queremos deciros GRACIAS, gracias por formar parte de nuestra experiencia, por apoyarnos y darnos fuerzas en los momentos más difíciles, por eso y muchas cosas más, GRACIAS.

Nuestra historia termina, pero la vida del resto de personas que siguen ayudando, cooperando y dejando todo por los demás continua, como nuestros amigos Javi y Sara, que comienzan su propia aventura en Laï a partir de octubre. Seguirán contando nuevas historias y proyectos, que en muchos de los casos nos serán muy familiares. Nosotros cambiaremos de plano, ahora estaremos al otro lado del blog, apoyándoles como habéis hecho vosotros durante todo este tiempo.


Gracias de todo corazón



Hasta siempre Chad



Mariu y Manu

jueves, 2 de julio de 2009

Última semana en Laï

De nuevo tenemos que comenzar haciendo referencia a las lluvias. Tras unas semanas que parecían dar el inicio a la estación húmeda vuelve de nuevo el calor, el cielo despejado y los cultivos que habían empezado a brotar comienzan a secarse. Los mercados siguen vacíos, apenas unos pimientos y alguna verdura, los precios continúan su escalada. La construcción del puente facilita la llegada de más comerciantes que vienen de otras ciudades que, por su proximidad con la frontera de Camerún, tienen los mercados mejor abastecidos. Pero poca cosa y muy cara.

El puente está cambiando poco a poco la vida de la ciudad. Se nota en los desplazamientos, que no están sujetos a los horarios del bac, algo en el comercio, pero también se dice que está aumentando la inseguridad. Lo que era una ciudad incomunicada se ha convertido ahora en accesible a cualquier hora. De todas formas son mucho más los beneficios positivos que los negativos.

Suele ser habitual que se nos acerquen personas con diferentes problemas, que ven en los nassara una posible solución. La puerta de nuestra casa suena a menudo, unas veces son los vecinos que piden agua, otra algún niño quiere comida o solamente un globo, algún artesano, unos jóvenes que piden dinero, otros que buscan trabajo, y muchos vienen a contarte cosas de todo tipo, El otro día precisamente un hombre buscaba trabajo y acudió a Alice, creyendo que ella le podría contratar. Decía que había venido desde N’Djamena para buscarla, ella le dijo que no le podía ofrecer ningún trabajo, que no tenía esa “capacidad”, pero el hombre insistía y se quedaba todo el día en la puerta de casa. Los vecinos se empezaron a preocupar por tener a un desconocido ahí esperando y decidieron llamar al “jefe de manzana”. A parte de los habituales cargos de poder (gobernador, alcalde, concejales…) hay un jefe de barrio y, dentro de él, distintos jefes de “manzana”, a los que se acude con los problemas más pintorescos. El hombre, mayor y con dificultades para andar, se fue acercando poco a poco mientras que los vecinos, que se habían agolpado alrededor del extraño, guardaban silencio. Se acercó hasta él, le observó con cuidado y sentenció con firmeza “Este hombre no es de esta manzana”. Interiormente nosotros pensamos “eso ya lo sabíamos”, pero la sentencia del jefe fue suficiente para desatar el griterío entre la gente. El hombre no tuvo más remedio que marcharse y no volver.

La matanza de la cabra

Uno de los platos típicos aquí es la cabra rellena. Es un plato especial, caro, reservado para eventos muy especiales o gente importante. Hace unos días estuvimos hablando con Naitcha, un constructor chadiano, sobre nuestro horno, cómo lo habíamos construido, las pizzas… “¿Qué no habéis hecho todavía una cabra? Yo la pongo, vosotros hacéis el resto”. Lo que tomamos en un principio como una broma fue volviéndose serio cuando llaman a la puerta dos de sus hijos que traían la cabra viva. Que viniesen comensales no fue difícil, teníamos aún compromisos pendientes con muchos chadianos que todavía no habíamos invitado. El problema era quién la iba a cocinar y, antes que eso, quien era capaz de matarla.

Conseguimos un cocinero, un auténtico especialista, que es el encargado de prepararla habitualmente cuando hay una comida importante. El cogió el cuchillo, nosotros la cámara de video, y comenzó un espectáculo dantesco. Había que degollar al pobre animal, desangrarlo, vaciarlo por dentro, limpiarlo, en fin, os podéis imaginar. Él estaba sorprendido de nuestra reacción, pero más se sorprendió cuando le dijimos que en nuestro país se compran los animales muertos. El dueño de la cabra nos pidió quedarse con la cabeza y las patas, lo que supuso el enfado del cocinero, ya que son piezas reservadas a la persona que mata al animal. Le dijimos que era un regalo, que no habíamos pagado por ella, y le ofrecimos quedarse con los interiores, lo que le pareció un buen trato. A los vecinos, que se agolpaban expectantes en la puerta, les dimos la sangre que comen frita, como la morcilla. Habíamos visto más de una vez a pollos corretear antes de que nos lo comiésemos, pero la cabra fue impactante, el jardín se puso fino.

La preparación del exquisito plato es compleja, no solo por todo lo que supone la matanza de la cabra. Una vez vaciada y bien limpiada de sangre, se prepara un cuscús con verduras y salsa de tomate y se mete en el interior. El exterior se cubre de mostaza mezclada también con salsa de tomate y aceite. El horno, calentado durante tres horas, tiene que estar a la temperatura correcta, lo que nos fácil conseguir con leña. Y luego está el asunto de girar constantemente el animal para que haga bien por todos lados, imaginaos girar una cabra entera. Tras mucho sudar y sufrir durante más de 5 horas, quedo estupenda, deliciosa. Comimos los once presentes hasta la saciedad y la terminaron los vecinos al día siguiente. En fin, toda una aventura.

La cena fue prácticamente una despedida. El trabajo ya ha terminado oficialmente y el próximo fin de semana nos vamos a Donomanga y aprovecharemos para visitar Doba, la ciudad del petróleo. El día 8 ya nos vamos a N`djamena, con el coche que va ese día, y nos quedaremos unos días visitando la capital. El final se acerca y las sensaciones nos inundan. Por un lado la alegría de volver a casa, de volver a veros, pero por otro la pena de marcharnos. Son muchas las cosas que hemos aprendido en nuestra estancia, muchas lecciones. Nos llevamos el cariño de la gente de aquí, pero también de la de allí. Gracias a todos los que nos habéis seguido día a día, mandado mails, dejando vuestros comentarios. La verdad es que alucinamos cada vez que vemos el contador de visitas del blog, que empezó siendo un medio para tranquilizar a la familia y amigos. Esperamos que haya servido para acercaros un trocito de realidad, de la realidad de un país, poniendo rostro a tanta estadística.

Bueno ya habrá otra ocasión para hacer una despedida seria.

lunes, 22 de junio de 2009

Kirbe go kura, una buena idea

Parece que lo del jefe de tierra está confirmado, las lluvias son cada vez más habituales. Los campos comienzan a estar más verdes y son trabajados con esfuerzo por la gente. Aquí prácticamente todo el mundo cultiva, aunque luego trabaje en otra cosa, para poder garantizarse al menos unos sacos de grano. Cualquier sitio vale, los bordes de las calles son labrados, cualquier trozo de tierra es bueno para plantar. Los animales que antes corrían sueltos de un lado a otro son atados a los árboles para evitar que se coman los brotes verdes.

Sin embargo la lluvia no llega a ser del todo constante, muchos cultivos se estropean. Mientras tanto el hambre sigue apretando, las reservas del año anterior se van acabando y los precios en el mercado se han disparado. Un “coro” (sistema de medida, que es como un cuenco) de arroz vale hoy el doble que hace unos meses. Se espera con ansias la próxima recolecta.

Hace unos días volvimos, por última vez, a Kelo para visitar una agrupación agrícola que pertenece a la cooperativa de St. Cyrile, la cooperativa de Carlos de la que ya hemos hablado. El grupo se llama “Kirbe go kura”, que en lelé (una de las etnias de Kelo)significa "una buena idea", y desde la Escola Guinardó SCCL de Barcelona se han realizado diversas campañas de recogidas de fondos, promovidas por nuestra amiga Mireia (ADANE). Durante el primer trimestre del curso, hicieron una campaña de conocimiento del Chad y de concienciación para conseguir que los niños, niñas, chicos y chicas renunciaran a algún regalo navideño o a algún capricho y aportaran el equivalente en dinero al proyecto. Durante el segundo trimestre confeccionaron unos pequeños sacos para perfumar cajones y armarios. Los alumnos de Ciclo Superior y ESO estuvieron cortando la tela y cosiendo; los de Ciclo Inicial y Ciclo Medio estamparon el nombre del proyecto y poniendo una etiqueta que decía (Un sac de mill per al Txad/ Un saco de mijo para Chad); los de Parvulario los rellenaron de lavanda. Los saquitos se empezaron a vender el 23 de abril, en la fiesta de Sant Jordi del colegio. La Asociación de padres y madres del colegio organizó un sorteo de diferentes productos de Unicef comprados por la Asociación y por una tienda del barrio. Durante el 3er trimestre se continuaron cosiendo y vendiendo. Han cosido los alumnos de Ciclo Superior, (en ratos de recreo o al mediodía), padres y madres, abuelas...En definitiva, todo un trabajo común que ha conseguido recaudar más de 4.000 €, vincularlos a un grupo de personas concreto y concienciar a toda la comunidad escolar de la realidad del Chad.

La respuesta de los chavales y sus familias ha sido increíble y, que menos, que grabar un video a quienes han ayudado y de lo que han podido comprar con sus aportaciones. En la entrada del local común de la agrupación se extendía un alfombra de mimbre, muy utilizada para hacer sobre ella la vida cotidiana, donde un grupo de mujeres descacarillaba con destreza los cacahuetes que luego plantarán. Es una variedad de cacahuete precoz, que da fruto a los dos meses, lo que permite realizar dos cultivos durante los cuatro meses de sesión de lluvias. Nos enseñaron el mijo, el arado, la carreta y los bueyes que han podido comprar gracias a las ayudas. Estaba el grupo al completo que había aceptado con placer nuestra propuesta, nos saludaban efusivamente dándonos constantemente las gracias, que recibimos en nombre de la Escola Guinardó , y posaban nerviosos delante de la cámara. Explicaban todo con emoción, haciéndonos ver la importancia de la oportunidad que se les había dado. En un rincón unas mujeres golpeaban con una fuerza increíble los granos de arroz dentro de esa especie de morteros gigantes, donde se hace la harina para luego hacer la famosa “bul”.


Nos llevaron a los terrenos donde habían comenzado a plantar mijo hace unas semanas. Fueron de los que se aventuraron a plantar en las primeras lluvias, esperando que fuese el comienzo definitivo de la sesión, pero como no lo fue habían perdido parte de la plantación. El primer intento no salió, pero las reservas de grano que han podido ir almacenando con las ayudas les permite intentarlo más veces y seguir retando a la naturaleza, que suele ser aún más crueles con los que menos tienen.

A la vuelta insistieron en que nos quedásemos a comer y, por cortesía, no lo pudimos rechazar. Nos prepararon una pequeña mesa dentro del local en el que guardan los sacos, el suelo repleto de cáscaras de cacahuete, y sacaron la “bul”, que antes habíamos visto preparar, con pollo y una salsa deliciosa. No sabemos si ya explicamos el procedimiento de las comidas. Lo habitual es que, como muestra de respeto, los extranjeros coman separados con algún anfitrión masculino. No sueles compartir mesa con el resto y ese día había mucha gente que no sabemos si llegaron a comer. Nos han invitado muchas veces en distintos sitios pero no deja de impresionarte como, aunque no haya nada, siempre se las arreglan para ofrecer algo al visitante.

El cielo ennegreció en cuestión de segundos y la lluvia comenzó a caer con fuerza. Creíamos que no podríamos volver ese mismo día a Laï debido a las barreras. Durante la sesión de lluvias se colocan, en la entrada y salida de cada pueblo, unas barreras vigiladas que te impiden el paso mientras llueva y hasta seis horas después. El motivo principal es evitar el deterioro de las carreteras que se convierten en verdaderos mares enfangados. El segundo motivo es hacerte pagar una pequeña “propina” para poder pasar, en caso de que te dejen. Volvimos, por última vez, a casa de Carlos y esperamos a Theophile, que conduce con una destreza increíble. Los viajes en está época son siempre una aventura, peor aún dentro de unos meses cuando esté todo inundado, a menudo finalizada en carro de bueyes o piragua. Nos habían dicho que las barreras impedían ya la salida de Kelo, por lo que tuvimos que tomar una ruta alternativa. Nos dirigimos de nuevo hacia los campos que antes habíamos visitado. El objetivo era esquivar la barrera y hacer unos pocos kilómetros en paralelo a la carretera oficial, para luego reincorporarnos a ella. Los inconvenientes fueron varios. El primero era el estado de los estrechos caminos, nos sumergíamos en el agua y barro salpicaba por completo al coche. El segundo que, a pesar de la experiencia y conocimiento de Theo, nos perdimos.

Preguntamos a unos pastores nómadas que nos cruzamos y, confiando en su buena orientación, les hicimos caso, pero nos indicaron una ruta equivocada. Seguimos durante más de una hora, atravesando aldeas remotas donde parábamos a preguntar si íbamos bien ante la mirada de sorpresa de la gente, quizá hacía mucho tiempo que no pasaba por allí un coche, menos aún con nassaras, si es que alguna vez ha pasado. Al cabo de un buen rato aparecimos en la carretera principal, el suspiro fue unánime, más de uno estaba ya pensando donde íbamos a dormir. Paramos el coche y lo limpiamos de barro para evitar levantar sospechas a nuestro paso por las próximas barreras. Al llegar a Bere estaban también cerradas, por lo que tuvimos que repetir la jugada, esta vez más simple y sin complicaciones. Finalmente llegamos sanos y salvos a casa.

Al cabo de unos días recibimos otra invitación. Dominique, el guardián que nos abre amablemente la puerta para entrar con la moto cuando llegamos al trabajo, llevaba semanas insistiendo en que fuésemos a comer a su casa. Compramos dos pollos, vivos, dos coros de arroz y le dijimos que el próximo domingo iríamos. El problema es que surgió un imprevisto, su mujer se había tenido que ir a un funeral a un pueblo bastante lejano y estaría unas semanas fuera. Si no había mujer no había invitación, más que nada porque nadie podía preparar la comida. Así que ahí nos vimos con el arroz y los dos pollos vivos sin saber muy bien qué hacer. Por suerte teníamos otra invitación pendiente, Clementine, nuestra cocinera. Ella, encantada, se llevó los pollos y nos citó al día siguiente.

Llegamos, a eso del mediodía, a una humilde parcela a varios kilómetros de nuestra casa. En el interior, una pequeña cabaña circular de barro, el suelo bien barrido y un cobertizo de paja. Allí vivía ella, viuda, con sus dos hijos y su nieta. En la casa, de unos tres metros de diámetro y una sola habitación, había una cama, un poco de ropa, un hornillo de carbón y la bicicleta con la que viene a trabajar todos los días. Bajo el cobertizo exterior se extendían unas alfombras donde suelen hacer la vida diaria, incluso dormir cuando no llueve. Nos acomodamos mientras terminaban de preparar la comida. Cuando salió vimos que solo Clementine se sentaba con nosotros, era de nuevo la táctica del extranjero. Insistimos en que queríamos comer con la familia, como si fuésemos uno más y llamó a su hija y a su nieta para compartir mesa. La chica trajo la habitual palangana con una tetera con agua para lavar las manos a los invitados en orden de preferencia, que suele ser primero a los hombres, después a las mujeres y luego los anfitriones. La cogimos e insistimos en que ellos fuesen primero, cogiendo nosotros la tetara y recibiendo una sonrisa de agradecimiento. Con el arroz hicieron, como no, una “bul” dentro de la típica calabaza acompañada de un cuenco con pollo con salsa de tomate. Arrancábamos con la mano un trozo de bul y lo sumergíamos en la salsa que al rato nos impregnaba casi todo el brazo. En un acto reflejo cometimos dos “faltas de educación”: coger también con la mano izquierda, reservada para otros menesteres posteriores a la digestión; y, ante la falta de algo con lo que limpiarse, lamer levente los dedos saboreando la deliciosa salsa. Menos mal que estábamos en familia. La comida se hizo muy amena y luego compartimos el té con unas vecinas que se acercaron con saco de cacahuetes. Siempre es una experiencia bonita comer en una casa chadiana.

A parte de aventuras, nuestro trabajo aquí está llegando a su recta final. Estamos terminando de perfilar el proyecto de microcréditos, estableciendo plazos, seleccionando a los agentes de crédito… Finalmente se ofrecerán tres distintos: uno destinado al pequeño comercio, del que se beneficiarán especialmente las mujeres; otro para agrupaciones agrícolas, con el que poder comprar material, grano para almacenar y vender en meses de escasez…; y el crédito escolar, para hacer incidencia en la población infantil e intentar aumentar al máximo los niveles de escolarización. Comenzarán en Octubre, por lo que no podremos ver los frutos de nuestro trabajo. Quizá en otra ocasión, en una remota vuelta por aquí, podamos hacerlo.

Es tiempo de despedidas, los desplazamientos, como habéis visto, son cada vez más difíciles y hay personas que sabemos que no volveremos a ver. Nuestro compañero Jean Nicolás también ha vuelto a Francia después de casi tres años aquí. Las últimas conversaciones estaban envueltas de sensaciones extrañas, la alegría de volver y la tristeza de que esto se termine. También costó la despedida de Carlos, que por fin va a dejar un comentario en el blog, Cristian y los amigos de Kelo. En fin, así es la vida, todo tiene un principio y un final.

martes, 9 de junio de 2009

El hombre del pozo

Las lluvias se están retrasando. Tras unos primeros chaparrones, llevamos ya días con un calor intenso que nos recuerda al que pasamos en Marzo. Las consecuencias son diversas, las que sufrimos nosotros son lo de menos. El problema es más grave para el resto. Los que creyeron que a la primera lluvia le seguirían unas cuantas más arriesgaron parte del stock de grano que tenían guardado para comer y comenzaron a plantar. Es una estrategia arriesgada, pero si sale bien te puede asegurar unos buenos beneficios al ser de los primeros en recolectar, el problema es que no ha salido bien. Además las reservas de grano de las familias comienzan a escasear después de tantos meses secos y, si sigue sin llover, se retrasará la recolecta por lo que es previsible que el hambre aumente. Los mercados tienen cada vez menos productos y mucho más caros.

Hay quien dice con enfado que el jefe de tierra no está haciendo su trabajo, según algunos tiene capacidad de hacer llover. Es una de las figuras del poder tradicional y, entre otras cosas, es el encargado de repartir las tierras dentro de su cantón. El cantón podríamos decir que es como el municipio, que agrupa normalmente a personas de una misma etnia, con el jefe de cantón como máxima autoridad. Cuando quieres comprar un terreno tienes que llamar a los ancianos y el jefe de tierra comienza a andar, para, gira y sigue andando. El perímetro que delimita es la tierra que te han asignado. El caso es que él no ha cambiado aún el tejado de su casa, por eso, los más creyentes en estas cosas, dicen que no quiere hacer llover todavía. Otros muchos no creen demasiado en estos poderes y lo atribuyen a simples condiciones metereológicas. Es una sociedad en la que lo tradicional y lo moderno conviven a menudo, personas con mentalidad avanzada y otros agarrados a las creencias ancestrales.

Los colegios de la zona están en sus últimos días, muchos niños ya disfrutan de las vacaciones y los más mayores se preparan para los últimos exámenes del curso, incluida la prueba de acceso a la universidad. Como en los colegios de allí, los más pequeños del jardín de infancia habían preparado una actuación de fin de curso, que por supuesto no nos la podíamos perder. En el gran jardín de la escuela habían distribuido los asientos para los padres y algunos invitados. Los niños se vistieron con sus mejores galas para la ocasión, algunos nerviosos, otros asombrados y los más lanzados eran los que llevaban la iniciativa. Canciones diversas, en distintos idiomas, incluso en japonés, ya que la hermana que se encarga del colegio es japonesa, que cantaban como si entendieran perfectamente lo que decían, coreografías, demostraciones de todo lo que han aprendido este año, música con castañuelas y una obra de teatro con pelea entre niños incluida. La verdad es que nos reímos mucho y ellos demostraron, con su alegría, lo felices que son cuando van al colegio.

Muchos de los niños de Laï, y concretamente los de nuestro barrio, no van al colegio. Todos los días, a todas horas, están en la calle, sin hacer nada, tirados en el suelo, buscando algo que llevarse a la boca, trabajando o simplemente esperando a que les ocurra algo interesante. Cuando llegamos a casa del trabajo, empiezan a correr detrás de las motos siguiéndonos hasta la puerta, es el único momento en el que alguien les presta algo de atención, y aunque no nos entiendan, se ríen y juegan. Todas las mañanas, nos encontramos con niños que se quedan en la verja de la puerta del colegio mirando como los otros hacen sus actividades, algunos con sus hermanos pequeños cargados a las espaldas. Tienen sus propias responsabilidades, y son éstas las que les impiden tener una infancia, disfrutar de una educación.

Como la sesión de lluvias está al caer decidimos ir a Deressia el fin de semana, un pequeño pueblo a 40 km de Laï pero completamente aislado, con una carretera desastrosa que en época de lluvias está completamente inundada y que la única manera de moverse es en taxi rural, es decir, carro de bueyes. Esta vez fuimos en coche, ya que con los últimos incidentes con la moto de Alice no teníamos la suficiente confianza como para aventurarnos hasta allí, no hay cobertura de teléfono y muchas menos personas andando por el camino. Tuvimos que llevar a una mujer que recogimos en el centro de discapacitados Talita Kum (levántate y anda), que les acoge y gestiona los viajes de las operaciones. Llegó allí hacía unos meses, con un problema de movilidad en las piernas que le había hecho arrastrarse toda su vida por los suelos, “andando” con los brazos. Desde el centro la llevaron a Mondou para operarla y había vuelto andando, no sin dificultades propias del periodo de recuperación. La vida para los discapacitados es muy dura, muchos no tienen ni muletas para desplazarse, lo que terminan siendo marginados y desplazados de la sociedad e incluso rechazados por sus familias al no poder trabajar.

En el viaje vimos las dificultades a las que están acostumbrados los habitantes de Deressia, caminos llenos de baches, socavones, incluso había momentos en los que íbamos por el caudal seco de un río, que en unos días, estará lleno. Fueron dos horas de trayecto, las vistas eran increíbles, campos, árboles, pequeños asentamientos de bororós...un camino distinto, mucho más rural. Cuando llegamos ya era de noche, primero dejamos a la mujer en su casa, donde la esperaba la familia. Verla andar fue una sorpresa para todos y los vecinos miraban con cara de asombro.

Finalmente llegamos a la casa, y la bienvenida fue muy acogedora, nos habían preparado una cena estupenda y tras el largo camino no fue difícil dormir y descansar hasta la mañana siguiente que nos esperaba un tour turístico por la ciudad.

Por la mañana y a la luz del día pudimos ver como era el paisaje que rodeaba la casa. A pocos metros estaba el colegio de primaria, donde estaba Iris trabajando y dejando todo listo para los exámenes del Bac (la selectividad) que se iban a celebrar el lunes. Conocimos el colegio, las aulas, su funcionamiento, profesores... Después fuimos al centro del pueblo para conocer el mercado, aunque el sábado no hay muchos comerciantes ya que es el domingo el día de más afluencia, llenándose de gente por todas partes y de todo tipo. El mercado de Deressia es importante y vecinos de muchos pueblos andan kilómetros para vender allí sus productos. Aún así, nos pudimos hacer un idea de como estarían todos esos callejones vacíos, llenos de personas, animales, comida, olores, colores…Ya sabemos que os hablamos muy a menudo de los mercados pero es que es un aspecto muy importante en estas sociedades.

Iris nos quiso llevar a conocer las tierras de un viejo amigo agricultor que tenía la finca a las afueras de la ciudad. Era un hombre algo mayor, con las manos curtidas, que tenía un buen trozo de terreno donde había plantado todo tipo de cosas. Tenía semilleros por todos lados, donde esperaba que las semillas comenzasen a germinar mientras iba preparando la tierra. Lo que más nos sorprendió es que cultivaba diferentes cosas dependiendo de la estación, lo que le permitía tener cultivo todo lo año. Esto no suele ser frecuente, la gente suele plantar una o dos cosas, casi siempre arroz o mijo, y cuando se acaba la sesión esperan sin trabajo hasta la próxima temporada. Es una de las cosas que más te llaman la atención, la pasividad generalizada. Cuando hay trabajo, por ejemplo en el campo, trabajan hasta la saciedad pero luego pueden estar meses sin nada.

Este hombre sabía perfectamente lo que hacía, tenía todo planificado. Recibió hace unos años un curso de formación de la ONG World Vision, al que sin duda supo sacar provecho. Las casa no era gran cosa, dos pequeñas cabañas de barro y paja, de una sola habitación cada una, pero impecablemente limpia, el terreno barrido y los animales alejados.

Al entrar, nos recibió con las manos llenas de barro, nos dijo que le pillábamos en plena faena. Nos llevó al final de la finca donde había un amplio agujero en el suelo, de unos seis metros de profundidad. Nos asomamos y nos quedamos boquiabiertos sin poder decir nada. En el fondo un hombre sentado con un plato en la mano cavaba poco a poco lo que en varios meses sería un pozo. Un niño le lanzaba un cubo con una cuerda para subir la tierra que iba sacando. Habían comenzado hace muchas semanas, avanzando poco y les quedaba aun mucho trabajo. De verdad que fue impactante ver como se podía hacer un pozo con un plato, una demostración de adaptación a lo que hay, de ponerse a trabajar sin más, con los medios que tengan, una imagen de supervivencia.

Al día siguiente volvimos a Laï, con muy buen sabor de boca, contentos de haber conocido otra zona, otra gente. Teníamos por delante otra semana de trabajo. Esa misma noche comenzó a llover y lo hizo con fuerza, el señor de la tierra debe haber cambiado el tejado.

lunes, 1 de junio de 2009

Moundou, algo diferente

El pasado fin de semana decidimos coger las motos y, como en los viejos tiempos, hacernos un viajecito a una nueva ciudad, Moundou, la capital económica de Chad, a unos 150 kilómetros al sur. Salir de Laï es siempre una aventura y sobre todo cuando vamos en moto, pero ahora ya podemos empezar y terminar el viaje cruzando el nuevo puente, y ahorrando así más de 30 minutos que es lo que tardábamos con los métodos tradicionales como el bac o las inestables canoas.

Aunque el viaje lo empezamos por separado por motivos de trabajo, quedamos Kelo para hacer juntos el último tramo. La carretera entre Kelo y Mondou es de asfalto, por lo que el camino es mucho más cómodo y rápido. Alrededor de las 18:30 llegamos a Moundou, una gran carretera atravesaba toda la ciudad, y en ella miles de coches, motos y personas que iban de un lado a otro de la calle, un auténtico caos. Se notaba que entrábamos en una ciudad, puestos de comida, luces, música, comercios abiertos, fábricas, grandes edificios de bancos... para nosotros fue algo sorprendente, no estamos acostumbrados a tanta actividad y mucho menos cuando ya es de noche. Como ya sabeis Laï es una ciudad muy tranquila sin apenas movimiento, sin luz ni mucha actividad nocturna, por lo que la llegada a una ciudad como Moundou impresiona. De todos modos, cuando hablamos de ciudad, siempre hay que situarlo en un entorno africano. Edificios nuevos al lado de otros viejos y ruinosos, alguna calle asfaltada y otras muchas no, caos circulatorio, basura, gente que cruza por todos lados…

El centro de acogida se situaba al otro lado del muro de la fábrica de la Cotton Tchad, una de las principales industrias del país. Tras atravesar un pequeño y oscuro camino, llegamos al centro, un recinto con varios edificios destartalados situado a las orillas del río Longone Occidental que atraviesa la ciudad. En el lecho seco del río se asentaban los bororós, una etnia nómada que se dedica al ganado y al pequeño comercio, que te sueles encontrar habitualmente por caminos y carreteras. Son fácilmente identificables por los rasgos faciales y las vestimentas. Las mujeres son bastante guapas, vestidas con telas coloridas, peinados complejos, colgantes, aros y a menudo pintura en los labios o en alguna parte de la cara.

Después de instalarnos en las habitaciones decidimos ir a cenar a un restaurante que Alice y Jean Nicola ya conocián. La entrada no era muy distinta al resto de locales que habíamos visto, pero en el interior nos esperaba un gran jardín con palmeras, lucecitas, sombrillas, mesas con un ramillete de flores en el centro, incluso un camarero con corbata que nos acompañó hasta la mesa. Unos minutos más tarde nos trajo las cartas, que ya fue un acontecimiento. No sabíamos que pedir, había entrantes, pescados, carnes... incluso postres y vinos. ¡Olalá! Pedimos un buen solomillo de vaca y otro al roquefort, no nos lo podíamos creer. Hacía mucho tiempo que no comíamos carne de esa manera. Habitualmente en Laï no podemos acceder a la carne buena, una vez a la semana comemos algo de carne estofada, pero nada de filetes. La espera se hizo eterna, pero sabíamos que iba a merecer la pena. Pasados unos minutos vino una guapísima camarera con una sonrisa de oreja a oreja y con unos enormes platos, que momentazo, nunca lo olvidaremos. Comimos saboreando trozo a trozo, sin apenas mediar palabra. No quedó en el plato ni una pequeña gota de salsa. Aunque estábamos un poco llenos no pudimos resistirnos al postre, un mousse de chocolate y un estupendo helado de fresa y chocolate. Fue una noche muy especial en la que disfrutamos hasta el último momento.

El fin de semana comenzaba superando las expectativas y aun nos quedarían más momentos inolvidables. A la mañana siguiente fuimos al mercado. El tamaño de los mercados suele ser proporcional al tamaño de la ciudad, si Mondou es la capital económica, imaginaos como es su mercado. Un increíble laberinto de apretados callejones lleno de pequeños locales repletos de cosas. El tránsito de personas era considerable, clientes, porteadores, vendedores de té, grupos de niños con el típico platito plateado para pedir limosna…Olores de todo tipo se confundían entre la muchedumbre, especias, perfumes, aceite quemado, cuero, carne… Los vendedores se lanzaban a nuestro paso, te cogían la mano y no te soltaban pasado un rato de conversación. Hicimos algunas compras, especialmente en una tienda de alimentación y así pudimos suministrarnos de todo aquello que no encontramos habitualmente en Laï.

Tras las compras, con el calor acumulado en el cuerpo, fuimos a cumplir otro objetivo que nos habíamos propuesto, bañarnos en una piscina. Entramos en un hotel, cercano al río, que tiene una piscina algo verdosa pero verdaderamente refrescante. Después de nuestra experiencia en río, no habíamos tenido otra oportunidad de sumergirnos plenamente en agua. La estación de lluvias está tardando más de lo habitual y el calor se acumula día a día. Pasamos buena parte de la mañana metidos en el agua, nadando, tumbados en hamacas. Sinceramente lo necesitábamos. Llegaba la hora de comer y volvimos al restaurante del día anterior, había que aprovechar la oportunidad de poder comer buena carne.

Con los estómagos llenos y los cuerpos relajados tomamos de nuevo el camino de regreso, con las habituales estampas de las carreteras africanas. Atrás quedaba un fin de semana de recuperación mental y física. Caía la noche pero no nos preocupaba demasiado porque el nuevo puente nos permite alargar el regreso, sin depender de los horarios del bac. Unos kilómetros después de Kelo sentimos un ruido extraño en la moto, habíamos pinchado. A los pocos minutos se acercó un hombre dispuesto a arreglarnos el pinchazo. La muchedumbre comenzó a agolparse alrededor de los cuatro nassaras sentados en medio del camino. Si duda era un final que nos dejaba un sabor agridulce después del buen fin de semana que habíamos pasado. La reparación se alargaba. Por la tarde las facultades de la gente suelen estar bastante mermadas, consecuencia de la gran cantidad de bili-bili (cerveza artesanal) ingerida. Tuvieron que reparar unas cuatro veces el viejo hinchador y las horas pasaban. Al terminar era ya tarde para seguir el camino, no es bueno viajar demasiado por la noche, especialmente por la poca visibilidad y la de sorpresas que uno se encuentra.

Volvimos a Kelo y pasamos la noche en el centro de acogida. A la mañana siguiente, temprano, retomamos la ruta y volvimos a casa, recordando constamente los baños en la piscina y el sabor de la carne asada.

martes, 19 de mayo de 2009

Y vino el presidente

Una de las cosas que más nos han impactado desde que llegamos aquí, y que desde el primer momento te das cuenta estés donde estés, es la importancia del futbol en la población. Y más aún de la liga española, según los más entendidos, la mejor del mundo. Los partidos de todos los equipos españoles se televisan, conocen los nombres de todos los jugadores, hasta los más complicados de pronunciar, saben su trayectoria, la clasificación de equipos pero sobretodo saben quiénes son africanos y hablan orgullosos de ellos. Cuando decimos que somos españoles no nos dicen España, flamenco, toros y olé, nos dicen, Xavi, Iniesta, Eto’o, Raúl, Casillas... es muy fuerte. Los niños llevan camisetas de muchos equipos y jugadores, aunque estén sucias, rasgadas y llenas de agujeros, aunque no sean muy verdaderas (hemos visto la camiseta del Barcelona en rojo, verde o azul)

Fue en Kélo donde tuvimos la oportunidad de disfrutar el gran partido que llevábamos esperando durante mucho tiempo, R. Madrid- Barça. Nunca pensamos que podríamos ver un partido tan importante tan lejos de casa, en el corazón de África, en una pequeña ciudad del Chad. Fue Cristian quien nos llevó al local donde lo televisaban, él es culé y, lógicamente, nos llevó a verlo con los seguidores del Barça, la gran mayoría. Llegamos con algo de retraso, desde la puerta ya se escuchaban los gritos y aplausos, la gente estaba muy alterada. Tras atravesar un túnel oscuro y lleno de gente, ahí estaba, una pantalla gigante como en una especie de cine de verano, con filas de ladrillos en las que se sentaban “cómodamente” cientos de personas, todos hombres y una mujer nassara. Nos fijamos en la pantalla y ya iban 2-1, lo graciosos es que se televisaba por Al-Yasira, por lo que el nombre de los equipos y la retrasmisión estaba en árabe. Como el partido se celebraba en Madrid, pensábamos que el Madrid era el que iba ganando (ingenuos) “¡Qué emocionante, el Barça va a perder la liga, je je!”, “¡Vaya partidazo!”. La sorpresa fue que cuando el Barça metió... el marcador se puso a 3-1. ¡Oh no! ¡Iba perdiendo! La gente empezó a saltar, gritar, bailes y celebraciones por todo lo alto. Gritaban con cada pase, cada regate, y explotaban cada vez que salía un africano en la pantalla. Cuando llegó el gol del Madrid, fuimos tres los que nos levantamos del asiento, pero visto las caras que nos pusieron nos sentamos rápidamente, y discretamente dijimos “gol”. Llegó el descanso, y en las inmediaciones del Estadio Santiago Bernabéu, los periodistas de Al- Yasira hacían una entrevista, en un estudio improvisado, a Paco Buyo y a Baquero, no dábamos crédito a lo que veíamos. El final de esta historia la conocéis todos, así que no hace falta que contemos más cosas sobre este “emocionante” partido. Eso sí, fue inolvidable.

En una de las tardes que pasamos allí estábamos en un bar charlando con Victoren (el cocinero que nos invita siempre a comer a su casa). Hablaba de los jugadores con orgullo, hasta que calculamos en francos cuanto podía ganar, por ejemplo, Eto’o. Se le cambio la cara y se hizo un silencio que rompió diciendo “voy a poner a mis hijos a entrenar” seguido de unas buenas carcajadas.

La estancia en Kélo fue muy provechosa, además de seguir con nuestro trabajo en la caja, pasamos el 1 de mayo, día del trabajador y cumpleaños de Carlos, y lo celebramos como es debido. Primero fuimos al colegio San José de Kélo, donde los alumnos y profesores habían preparado diversas actividades festivas de todo tipo, canciones, bailes, deportes… y una comida especial preparada por los alumnos de cada clase. Un total de 6 grupos se esparcían por el gran patio del colegio para preparar la comida, la verdad es que a simple vista tenían muy buena pinta, cordero, pasta, pollo, palomitas… Los chicos se encargaban de matar y limpiar a los animales, mientras las chicas preparaban el fuego. Una de las especialidades que habían preparado eran los “marará” que son callos preparados con una salsa deliciosa. Después de la degustación nos dirigimos a la pista de baile, los chavales esperaban que los nassara bailasen, y así fue, música, palmas y…. ¡a bailar!

Volvimos a casa de Carlos, él había estado preparando la comida de su cumpleaños con gran empeño para sus nueve invitados. Demostró que cuando se pone es un gran cocinero. La comida la acompañamos con buen vino, enviado por la hermana de Carlos en especial para este día, y de postre… una tarta que le hicimos de sorpresa. Fue una comida muy agradable.

Unos días después volvimos a la vida “normal” en Laï. Las cosas seguían tal y como las habíamos dejado, menos el puente, que ya estaba a punto de ser terminado. Preguntamos por su apertura y nos dijeron que para el día 15 de mayo vendría en presidente del país exclusivamente para inaugurarlo. El puente tiene muchísima importancia, une la Tandjilé Este y Oeste, separadas por el río Longone, que antes tenía que ser atravesado en el famoso Bac o en piragua, con el inconveniente de no poder hacerlo entre las 5 de la tarde y las 8 de la mañana.

La llegada de Idriss Deby, presidente del Chad, fue todo un acontecimiento. Varios días antes la ciudad se lleno de militares, que tenían que garantizar la seguridad, imaginaos lo que puede ser en un país lleno de tropas rebeldes la salida del presidente. Se llegó al punto de desarmar a los militares y policías de Laï, por si les ocurría alguna idea, dejando las armas solo para la guardia presidencial. Por la noche las calles se vaciaban quedando tan solo las patrullas que iban de un lado a otro cometiendo fechorías de todo tipo. El día 15 la gente comenzó a llenar las calles desde primera hora de la mañana, unos iban al puente, otros a la Plaza de la Independencia, donde sería el discurso, y otros a la pista de aterrizaje, donde llegaría el helicóptero. La comitiva, os la podéis imaginar, muchos pick-ups llenos a rebosar de militares, sentados por todos lados con los pies colgando, y todo tipo de armamento que saltaba peligrosamente cada vez que cogían un bache. También iba algún vehículo más sofisticado, tipo tanqueta, con un cañón que se movía de un lado para otro. Entraban orgullosos, levantado los brazos y saludando a todos lados, toda una demostración de fuerza y poder. A los militares les seguían varias decenas de motos y de coches, cargados todavía más que los primeros, con banderas del partido, del país y haciendo mucho jaleo. Después más militares y, tras ellos, una fila de 6 o 7 todoterrenos, último modelo, con los cristales tintados. Por uno de ellos salía, por la ventanilla delantera, un uniformado de espaldas anchas que parecía tener a alguien abrazado que levantaba el brazo, era el presidente.

La ciudad se había engalanado para la ocasión, banderas por todos lados y pancartas que decían “Gracias Presidente” o “Para vosotros, hermanos, los beneficios del petróleo”. Había pegatinas por todos lados, en los puestecitos de tabaco, en los coches, con el logotipo del partido, la foto del Deby o un grupo de militares, con un lema algo chocante “La paz del país, mi combate”. En el discurso presidencial, además de dejar bien claro que todo era gracias al petróleo y al reparto de los beneficios obtenidos, se anunció el comienzo de varias carreteras asfaltadas, entre ellas, Laï-Kélo.

En Chad se aplicó el concepto de explotación petrolífera como motor de desarrollo. Ya os comentamos en alguna crónica anterior que el negocio estaba en manos de los americanos, a través de la empresa Exxon. La explotación se sitúa cerca de Doba, ciudad al sur del país, y se envía lo extraído a la costa de Camerún (Chad no tiene salida al mar) mediante un oleoducto que atraviesa todo el país y que ha generado importantes impactos medioambientales en los ecosistemas cameruneses. Las instalaciones son muy modernas, un sistema completamente automatizado que no requiere apenas de mano de obra, con aeropuerto, hospital, edificios climatizados, todo ello en una de las ciudades más pobres del país que no ha podido beneficiarse ni del cableado eléctrico que alimenta la estación petrolífera. El “hospital” de Doba, nada que ver con el de la estación, trabaja con un generador eléctrico que funciona unas horas al día. Chad tiene petróleo que exporta, pero no tiene refinerías y tampoco gasolineras. Vende su petróleo e importa gasolina de los países vecinos, que se vende en la calle en botellas o garrafas. Una mesa en cualquier esquina con botellas encima llenas de gasolina, aparcas delante y, chupando de una goma, te llenan el depósito.

La actividad comenzó en 1999 con una extracción estimada en 2.000 millones de barriles y con ayuda del Banco Mundial, que financió buena parte del proyecto (no entraremos en el asunto de apoyar un proyecto petrolífero como forma de desarrollo cuando la empresa extractora y que se lleva la mayor parte de los beneficios es americana). Se acordaron con el gobierno una serie de condiciones en la gestión de los ingresos, como destinar una parte a un fondo de reserva, para asegurar ingresos futuros y destinar fondos para la lucha contra la pobreza. Cuando acabó la construcción del oleoducto en 2004, el Gobierno decidió quitar esas condiciones y destinar esa parte de los ingresos a compra de armas, en un momento en el que la situación con Sudán era difícil, entre ambos países se acusan mutuamente, desde hace tiempo, de apoyar a grupos rebeldes que quieren tomar el poder. Entre esas armas compró varios Mirage franceses (a veces los que acusan a gobiernos africanos de compra de armamento son los mismos que se lo venden).

El caso es que parece que ahora se empiezan a ver algunos pequeños beneficios. Los que nosotros hemos visto, el puente y la carretera asfaltada que han dicho que van a comenzar a construir.

Por cierto, gracias a todos los que habéis colaborado con los proyectos que os propusimos, especialmente a ADANE por poner los medios. A muchos os hemos hablado ya de ADANE, pero quien quiera más información podéis entrar en la página web (www.adane.org). Tienen representación en Reinosa, Santander, Barcelona, Madrid, Cuevas de Almanzora y Maputo (Mozambique).

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