Su labor en el hospital de Dono Manga durante menos de 15 días dio un fruto de 150 operaciones, diez diarias, a enfermos con distintas patologías, cataratas crónicas, cegueras… problemas de todo tipo, además de aportar cientos de gafas graduadas y de sol, con un óptico que les acompañaba. A pesar de haber estado con ellos poco tiempo fuimos capaces de darnos cuenta de la importancia de su labor. En una noche nos contaron varios de los casos que habían tratado, se les veía muy cansados por todo el trabajo que habían realizado, pero al mismo tiempo estaban muy contentos de los resultados obtenidos.
La vida en Dono Manga gira en torno al hospital, familias enteras acuden de distintos lugares de la región, algunos incluso vienen andando y tardan días en llegar y mientras el paciente reside en el hospital, los familiares aguardan en los alrededores día y noche. Cuando vienen los oftalmólogos, el número de pacientes se multiplica. Los problemas de vista son muy habituales en Chad, muchos de los cuales son casos curables pero hay personas que tienen que volver a sus casas sin haber podido hacer nada por ellos ya que no tenían solución. Los médicos se encargaban de realizar decenas de operaciones diarias, las hermanas que hay en el hospital les ayudaban en todo lo que podían, anestesias, curaciones… Mientras tanto, Oscar el oculista, se encargaba de hacer las gafas graduadas a cada paciente con la ayuda de Fabio, un joven italiano que ha venido al Tchad para conocer un poco la vida aquí, y terminó en Donomanga ayudando, como uno más, a los oftalmólogos.
Nos contaban las historias que les habían pasado, casos alucinantes que te hacen darte cuenta de lo importante que es su labor aquí. Uno de los casos más increíbles fue el de un pequeño niño ciego de nacimiento debido a unas cataratas crónicas. Tras terminar la operación, el niño abrió los ojos, veía por primera vez en su vida y lo primero que dijo fue “¿mamá?”, nunca la había visto, era como un milagro, los médicos se quedaron sin palabras. El pequeño giró la cabeza, miró a uno de los oftalmólogos y le dijo, “¿papá?”, imaginaos la sorpresa y las risas.
También conocimos a otra española, Inés, pamplonica pero residente en Zaragoza. Vino para hacer unos inventarios, control de cuentas y funcionamiento de algunas instituciones. Hicimos muy buenas migas con ella, nos reíamos mucho contando batallitas de cuando era joven, de historietas de serpientes, aventuras… Ella se quedó principalmente en Donomanga, pero sus visitas a Laï eran habituales. Se pasaba por el despacho y nos preguntaba cómo iban las cosas, unas cervezas y, si hay ocasión, una tortillita en casa. Estaba totalmente adaptada a la vida aquí con su siempre amiga Betty, inseparables, pero por desgracia los últimos días los pasó con paludismo y por lo que sabemos y viaje de vuelta fue muy duro para ella, desde aquí le mandamos un fuerte abrazo, de sus niños. ¡Nos vemos pronto Inés!
Fabio es un tipo muy peculiar, ha venido por cuatro semanas a hacer lo que sea donde sea. Nos hablo de sus experiencias en el hospital, que lo mismo ayudaba al óptico a hacer gafas como a los oftalmólogos en las consultas. Nos contó que un día se puso una nariz de payaso para hacer reir a los niños que estaban ingresados, con toda su buena intención y su gran nariz roja preguntó a uno de ellos que cuántos años tenía, y el chico le respondió con cara un tanto extrañado por ver a un nassara con nariz colorada, “tengo 26 años”, él no sabía dónde meterse, rápidamente se quitó la nariz y como si nada. Otra historia impactante fue la de los pacientes, especialmente los nómadas, intentando abrir las puertas del hospital durante un buen rato con un mecanismo extraño que no habían visto nunca en su vida y que por tanto no sabían utilizar, la manilla de la puerta.
Ahora vive con nosotros, ha dado otra vida a la casa y además nos ayuda con las obras del horno que estamos haciendo en el jardín. Poco a poco vamos conociendo la labor que realizan aquí muchas de las personas que han decidido dar el paso, ya sea por 15 días o por decenas de años, de venir y dejar parte de tu vida sólo por ayudar a cambiar un poco, y en la medida de lo posible, la realidad de toda esta gente.
Cuando vino a Laï, entre otras cosas, ayudo en el centro de discapacitados Talita Kum. Creo que nunca os hemos hablado de este sitio, pero ayer tuvimos la oportunidad de visitarlo.
Este fin de semana terminamos de pintar la casa, unos retoques por aquí otros retoques por allá y… ¡voila!, la cosa ha sido dura pero la casa está mucho más bonita y acogedora. Tras una mañana de trabajo decidimos ir a comer a un restaurante especializado en cabritos y pollo. Cuando hablamos de restaurante nos referimos a un solar con bancos de madera y techos de paja, un gran árbol de mangos bajo el cual, tumbados en el suelo, descansa la familia que lo regenta y gallinas alborotadas corriendo de un lado a otro. Nos sentamos, pedimos un pollo frito y los pequeños camareros, suelen ser los hijos, comienzan a correr por todo el solar intentando apresar lo que sería nuestra comida, después un cacareo fuerte, otro agonizante y en unos minutos el pollo estaba listo. Fue un poco impactante, pero después de devorarlo con las manos, incluida una montaña de lechuga con una salsa extraña, podemos decir que no tuvimos problemas estomacales de ningún tipo. Tampoco fue casualidad, Alice conocía bien el sitio y sabía que toman precauciones higiénicas a la hora de preparar la comida.
Eran cerca de las cuatro cuando Alice se acuerda que el lunes era la fiesta sorpresa de Miguel Ángel por su décimo aniversario como obispo, y que habíamos quedado para ir a ensayar la sorpresa y planificar todo. Aún no sabemos que parte de la frase no comprendimos, pero al final acabamos en la casa de las hermanas, que son como las hadas de cuento, cantando una canción personalizada al obispo. Al principio sólo movíamos los labios, pero finalmente acabamos cantando como uno más, en francés y haciendo una pequeña coreografía acorde con la canción un tanto curiosa. Fue una situación extraña pero divertida.
Al día siguiente, la fiesta fue un éxito. Para comer, un buen surtido ibérico y paella valenciana hecha por la hermana Mª Luisa y por dos españoles, Paco y Domingo, que ahora se encuentran aquí pasando unas semanas, un cabrito a la brasa relleno de couscous y de postre unos pasteles de chocolate riquísimos. Después de la comida, hubo canciones, bailes incluso una gran jota aragonesa colectiva bailada por todos los presentes, la imagen de ver un grupo de chadianos excitados bailando una jota como se les ocurría fue de coña. La jota cantada y escrita por la pareja de españoles, que tomaron las riendas de la fiesta haciendo gala de todo un tipical spanish que acrecentaba nuestra fama internacional. Unos días después vinieron a ayudarnos a seguir con la construcción de un horno de leña en el jardín que estamos cerca de terminar, con el que podremos diversificar un poco el abanico culinario.
Ya sabemos que siempre terminamos hablando de comida, pero es que hay cosas que siempre se echan de menos: jamoncito, lomo, queso, pan recién hecho y, cómo no, ¡familia y amigos!
Besos a todos y hasta la próxima.